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El Museo Vostell Malpartida presenta una exposición dedicada al artista estadounidense de origen ruso Boris Lurie.
Coproducida con la Boris Lurie Art Foundation, de Nueva York, la muestra exhibe una selección de trabajos del máximo represente del “No! Art”, disciplina en la que también es posible encuadrar al propio Wolf Vostell. Se trata de la primera exposición de Boris Lurie en España, así como una de las escasas ocasiones de poder contemplar “No! Art” en nuestro país.
La obra de Boris Lurie está claramente influida por la experiencia traumática que sufrió en diversos campos de concentración y su posterior emigración a los Estados Unidos. Su trabajo es un reflejo del convulso periodo histórico que le correspondió vivir y muestra una versión muy particular del Holocausto y de la por entonces incipiente sociedad consumista.
Gracias a la colaboración de Boris Lurie Art Foundation, la exposición está acompañada por un catálogo bilingüe (español-inglés) que incluye, junto a reproducciones de todas las obras expuestas, un ensayo crítico del comisario, Chris Shultz, un poema de Boris Lurie y un texto de Wolf Vostell.
Boris Lurie nació en Leningrado en 1924 y falleció en Nueva York en 2008. Su padre Elja Lurie, un brillante empresario que había prosperado en la Rusia de Lenin, huyó con su familia poco después de la muerte de éste y del ascenso de Stalin y se instaló en Riga (Letonia).
Tras haber sido Riga ocupada por los nazis, Boris Lurie y su padre estuvieron internados en varios campos de concentración y de trabajos forzados, que incluyeron Riga Ghetto, Lenta Arbeitslager, Stutthof y Buchenwald-Magdeburg. Después de la liberación, ambos permanecieron en Alemania un año y en 1946 emigraron a los Estados Unidos.
Su obra hace referencia al Holocausto y frecuentemente utiliza la contraposición de elementos definitorios del periodo histórico que le tocó vivir. Aunque los temas de la pintura de Boris Lurie siempre habían tenido un aspecto social y político, cuando se hace cargo de la March Gallery Cooperative en 1959 (junto a Sam Goodman y Stanley Fisher) una crítica social tan hostil como agresiva se incorporó definitivamente a su obra.
Como superviviente de los campos de concentración, las preocupaciones artísticas de Boris Lurie fueron, comprensiblemente, bastante distintas de las de los artistas que conoció al llegar a Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial. De acuerdo con Sarah Schmerler, “la mayoría de los artistas estadounidenses de los años cuarenta acababan de salir de la escuela de arte, Lurie acababa de salir de Buchenwald”.
Boris Lurie cuestionaba abiertamente el mercado del arte. En parte por esta razón, las últimas décadas de su vida las dedicó a la escritura. Produjo cientos de poemas, numerosos ensayos, una novela (publicada póstumamente, titulada Casa de Anita) y una autobiografía.