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Comisariado:
Hoja de sala
Desde hace años David López Panea se dedica a la interpretación plástica de paisajes, como los del Cabo de Gata en Almería; el Torcal de Antequera; las llanuras arcillosas de los Barros; el Charco de los Perros en la garganta del río Ambroz que baja de las alturas de Gredos, en este caso con la intención de dialogar con unos cuadros de Ángel Duarte inspirados por el mismo lugar. Parte del resultado de esas experiencias paisajísticas fue expuesta bajo forma de antología en 2021 en la Fundación Pons.
Su presente proyecto de residencia artística y exposición Campamento barroco, perlas y bultos, que consiste en una práctica happening de convivencia y comunicación con el paisaje de Los Barruecos y el Museo Vostell Malpartida, está también impulsado por esa ambición de dialogar dentro de ese marco referencial con el maestro alemán que tanto se entusiasmó contemplando el monumental caos de ese paraje granítico.
Fundamentalmente, las interpretaciones paisajísticas de Panea se apoyan en la ruptura de la armonía del entorno mediante la presencia de “catástrofes geológicas” que ya en el siglo XIX eran consideradas imprescindibles por los románticos para crear sensaciones fuertes, como el terror producido por la erupción de un volcán o el vértigo al pie de un precipicio, y así elevar lo contemplado a la categoría de lo “sublime” resultante de la asociación de la belleza y de la conmoción extrema. Con esa constante referencia a la noción de “catástrofe” en su obra es como Panea consigue dialogar en medio del caos de los Barruecos con Vostell, el artista conocido él también en la Historia del arte como fenomenólogo de la “catástrofe” (coche aplastado por una locomotora, avión estrellado como fuente inspiradora del concepto del décollage, etc.).
No solamente la experiencia vivida por este artista mediante su “campamento artístico” en los Barruecos en una tienda de campaña y bajo las estrellas se inserta dentro de la corriente actual del “arte ecológico”, también responde a la necesidad de cuestionar “lo incuestionable” que ha sido el afán constante de la humanidad desde que la razón se mueve entre curiosidad y asombro. Cinco siglos a. de C., Heráclito ya nos advertía de que “a la naturaleza le gusta esconderse” (fragmento123). Ante esa imposibilidad de los científicos de romper la última barrera del gran misterio, desde siempre los artistas han intentado cuestionarlo con la única ayuda de la poesía. Poesía del verbo y del gesto, componentes básicos del arte que simbolizan la intervención del hombre disfrazado de chamán en una naturaleza que simboliza a su vez lo que sigue resultándole extraño.
Caminando por los Barruecos, Panea ha ido sumando las huellas de sus zapatos de senderista a las que dejaron en nuestra memoria los pioneros del nomadismo artístico por la naturaleza pura. Como Richard Long, que con sus intervenciones ascéticas en el silencio de las altas montañas buscaba desprenderse de lo superfluo de su persona con el fin de alcanzar el sentido más profundo que se esconde en la naturaleza. Y Hamish Fulton, con su andar por centenares y centenares de kilómetros hacia un horizonte inalcanzable que le escondía con esa constante esquiva el misterio de sus secretos. O incluso los de la Escuela de Vallecas, que intentaban con sus caminatas apropiarse del sentido de los paisajes que recorrían, con intervenciones como la erección de un monolito de ladrillo en el Cerro Artesa que llamarón “Cerro testigo”.
Tras un paseo alucinado hasta alcanzar donde mejor le parece invocar al “genius loci”, el ritual de la actuación de Panea consiste en bailar alrededor de un lienzo tendido como un derviche en estado de trance, lanzando pintura e intentando imbuirse de la esencia del paisaje que le rodea, un proceso parecido al dripping que Jackson Pollock desarrolló sobre sus grandes telas tiradas en el suelo. Mientras está bailando, igual que los tarahumaras en su ritual del peyote descrito por Artaud, el artista intenta encontrarse con el carácter mágico, mítico de la creación del mundo, que es otra manera de acercarse a lo sublime con el arte.
Michel Hubert, comisario del proyecto
David López Panea (Sevilla 1973) es un artista plástico cuya obra parte de una relación con y desde la naturaleza, mediante la deconstrucción y reinterpretación del paisaje. En la realización de sus obras insiste en convivir con el entorno y medirse con él, y es la pintura la que, como en una conversación, va anudando y fortaleciendo su relación con el entorno.
Panea, que cuenta con numerosas exposiciones individuales y colectivas en España. Fue premio de pintura Focus-Abengoa en 2004, y su obra está en museos y en colecciones públicas y privadas.